Aquella mañana donde la nubes arreciaban el campo de las montañas, y los genteles ciervos comenzaban a llegar a la ciudad, con sus cuidadores que por descuido llegaron a pagar por la emoción de pensar que lo que tenían en mente, sería un pasaje diferentes, comenzaron a pensar en lo bueno y malo de aquel suceso, que no solo puso en jaque su confianza ante sus jefes, padres de mucha trayectoria, sino también arrieros de mucho fuste y entrega, que nunca en su vida habían cometido el pequeño error de dejar que se les fueran los auquenidos, que no solo rebosaban de alegria, sino que también se metian en las tierras aledañas, que tenian por mala suerte, dueños despotas que no escatimaron en espantarlos con improperios y malos tratos, que al miemo tiempo deseendian de la misma empinada, donde se encontraban en un primer momento, esto que no fue solo casual, sino un descuido de un momento a otro, genero en la conciencia de los arrieros, que aventurarse con los animales, fuera de los limites de su conocimiento, generarian una situación embarazosa, que no solo fuera a causar muchos problemas, sino que emfrentarían a una situación que no solo fuese a culminar en el hecho mismo, que cuando se llego al valle, que llaman ciudad, los agentes vestidos de verde caqui comenzaron a llamarles la atención, no solo con el fuste que levantaban en varias ocaciones para golpear cualquier movimiento furtivo, sino para indicar con la poca noción de lo que queda del espacio publico y peatonal. Los animales que desconocidos en las aseras, avanzaban sin conocimiento previo del problema de transito que ocasionaban, al punto que una de las movilidades, tubo que deterner su paso, para ocasionar un cese a la vía normal o regular del día, algo que duro unas horas, genero el descontento de la población quien no vehía ya con razón y sentimiento el suceso, sino que ofuscados comenzaron a vituperiar a los auquenidos, que descontrolados y desorientados, no sabian para donde seguir, ya que el mismo arriero había sido detenido y enfustado con el arma ligera de los guardias de la avenida, aquello que comenzo a tornarse como una simple acción de respuesta a la descoordinación o desorientación de un poblador desorientado en la ciudad. Termino por costar la cantidad de animales que a su disposición no se encontraban ya, sujetas a la cantidad primaria de su entrada a la ciudad. Y que por acciones del destino, fue a parar a la jefatura, donde le dieron parte de sus ganado que no contaba con el mismo numero incial, y que al contactar con sus familiares, comenzo a recitar:
Ama huajaspaya, ama yaquispaya.
Como parte de su momento de desición final.
Comentarios
Publicar un comentario